A un año de las protestas del 11J, la dirigencia cubana regresa a su primer instinto retórico: un triunfalismo irresponsable, mezclado con machismo y elitismo sin filtros. ¿Cómo lo consiguieron? , se pregunta Rafael Rojas: vigilando, encarcelando y exiliando a miles de jóvenes cubanos

Mientras en América Latina, la mayoría de los gobiernos, de izquierda o derecha, intenta propiciar distintas modalidades de amnistía para los manifestantes arrestados en las últimas protestas sociales de la región, en Cuba, los procesos judiciales contra los jóvenes del 11 y el 12 de julio continúan, con condenas de cárcel de hasta 30 años. No sólo eso: en una patética exacerbación verbal, el presidente y Secretario del Partido Comunista, Miguel Díaz-Canel llamó a celebrar la represión como una “victoria contra el golpe de Estado vandálico”.

Los gobernantes cubanos han recurrido a diversas formas de distorsión de lo que sucedió hace un año. Díaz-Canel llegó a decir “la orden de combate está dada”, llamando a “revolucionarios” a enfrentar a “contrarrevolucionarios” en las calles, lo que a todas luces fue una exhortación a la guerra civil. Luego moderó el discurso y habló de personas confundidas y manipuladas por las redes sociales y, repitiendo el guion de siempre, achacó toda la responsabilidad del estallido al embargo comercial de Estados Unidos.

Poco después del estallido se hizo evidente que en diversos sectores del gobierno, la lectura oficial del fenómeno era más compleja. Se anunciaron proyectos de inversión de social en barrios pobres de la isla y se flexibilizaron medidas para la transferencia de recursos desde la diáspora cubana, que ayudarían a recuperar el sector no estatal de la economía. En la práctica, el gobierno estaba reconociendo su parte de responsabilidad en el aumento del malestar popular.

A un año de las protestas, la dirigencia cubana regresa a su primer instinto retórico: un triunfalismo irresponsable, mezclado con machismo y elitismo sin filtros. ¿Qué celebran? Fundamentalmente, haber retomado el control de las calles. ¿Cómo lo consiguieron? Vigilando, encarcelando y exiliando a miles de jóvenes cubanos. Según Human Rights Watch y varias ONGs, más de 1,400 personas fueron arrestadas en las semanas posteriores al 11 y 12 de julio. De acuerdo con la fiscalía, a principios de 2022, unos 800 habían sido procesados y cerca de 500 ya estaban en privación de libertad.

Esas cifras han aumentado en los últimos seis meses. Lo más probable es que el saldo represivo de aquellas jornadas, mayoritariamente pacíficas según la propia información oficial, sea de más de mil presos por mucho tiempo. A las reclusiones habría que agregar el aumento notable de la emigración, que en el último año ha llegado a cifras de más de 140,000 cubanos, suma que supera a los éxodos del Mariel, en 1980, y de los balseros, a mediados de los 90.

De manera que el triunfalismo oficial cubano es la celebración de una neutralización de la juventud pobre e inconforme a base de cárcel y éxodo. Para llegar a ese extremo de arrogancia se requiere de una mentalidad elitista, racista y machista, pero también de un regodeo en el despotismo, como no se veía en América Latina y el Caribe desde hace mucho tiempo.

Rafael Rojas