El Foro de la Nueva Economía (Forum New Economy) es una plataforma no partidista fundada en Berlín en 2019 con el objetivo de buscar nuevas soluciones y un nuevo paradigma global para los grandes retos del cambio climático, la creciente desigualdad y la globalización, así como para redefinir el papel del Estado. En la cumbre realizada en Berlín el pasado mes de mayo, el Foro emitió el documento que presentamos a continuación.
La Declaración advierte sobre el efecto sobre la vida democrática que resulta de las crecientes desigualdad y pérdida de confianza democrática de la ciudadanía, en un contexto en el que las sociedades se encuentran también acosadas por la crisis climática, las disrupciones tecnológicas y los desequilibrios geopolíticos. A la advertencia y al diagnóstico la declaración le suma una serie de propuestas para reorientar la política al servicio de las mayorías.
El interés de la Declaración de Berlín no radica solamente, a nuestro entender, en el análisis que hace de la situación actual ni en las líneas de acción que sugiere, sino también en las características intelectuales, académicas y políticas de sus signatarios: se trata de un nutrido conjunto de algunos de los más prestigiosos economistas de la actualidad, pertenecientes a las instituciones académicas más relevantes de Occidente y, en muchos casos, funcionarios o ex funcionarios de organismos internacionales. Lo que hoy parece una propuesta radical no hubiera sido más que la política habitual hace algunas décadas. Cuando políticas moderadas, cuyo efecto positivo se confirmó durante mucho tiempo y en muchos sitios, deben ser reivindicadas de este modo, es necesario preguntarse por las derivas del sentido común imperante.

Declaración de la Cumbre de Berlín de mayo de 2024

 Foro para una Nueva Economía

Las democracias liberales se enfrentan actualmente a una oleada de desconfianza popular, tanto en su capacidad para actuar en nombre de la mayoría de los ciudadanos como en su capacidad para resolver las múltiples crisis que amenazan nuestro futuro. Esto amenaza con conducirnos a un mundo de peligrosas políticas populistas, que explotan la ira de la gente sin abordar los verdaderos problemas, ya sea el cambio climático, las desigualdades insoportables, o los grandes conflictos mundiales. Para evitar daños mayores a la humanidad y al planeta, necesitamos abordar urgentemente las causas profundas del resentimiento.

Hoy en día existen numerosas pruebas de que esta desconfianza no sólo está motivada por la experiencia ampliamente compartida de una pérdida de control, real o percibida, sobre el destino individual de cada uno de nosotros, así como sobre el curso del cambio social. Este sentimiento de impotencia ha sido desencadenado por los choques derivados de la globalización y los cambios tecnológicos, que ahora se ven amplificados por el cambio climático, la inteligencia artificial y la inflación. Además, décadas de gestión insatisfactoria de la globalización, de excesiva confianza en la autorregulación de los mercados y de austeridad han minado la capacidad de los gobiernos para responder eficazmente a este tipo de crisis.

Para recuperar la confianza de los ciudadanos, necesitamos reconstruir estas capacidades. No pretendemos tener respuestas definitivas. Sin embargo, sí nos parece crucial replantear o reforzar nuestras políticas sobre la base de ciertas lecciones fundamentales que pueden extraerse de las causas de esta desconfianza. Éstas sugieren que necesitamos

– Reorientar nuestras políticas e instituciones hacia la creación de una prosperidad compartida y de empleos seguros y de calidad, en lugar de centrarnos principalmente en la eficacia económica;

– Desarrollar políticas industriales que respondan de forma proactiva a las inminentes disrupciones regionales apoyando a las nuevas industrias y orientando la innovación hacia la creación de riqueza para el mayor número de personas;

– Garantizar que la estrategia industrial no consista tanto en conceder subvenciones y préstamos a los sectores para mantenerlos como en ayudarles a invertir e innovar con vistas a alcanzar objetivos como el de «cero emisiones netas»;

– Idear una forma más sana de globalización que concilie los beneficios del libre comercio con la necesidad de proteger a los vulnerables y coordinar las políticas climáticas, dejando al mismo tiempo el control nacional sobre intereses estratégicos cruciales;

– Corregir las desigualdades de renta y riqueza, que aumentan como consecuencia de la herencia y de la mecánica de los mercados financieros, ya sea reforzando el poder de los trabajadores con salarios bajos, gravando adecuadamente las rentas y la riqueza elevadas, o garantizando unas condiciones de partida menos desiguales mediante instrumentos como la herencia social (un capital inicial para cada joven);

– Rediseñar las políticas climáticas combinando una tarificación razonable del carbono con fuertes incentivos positivos para reducir las emisiones de carbono e inversiones ambiciosas en infraestructuras;

– Garantizar que los países en desarrollo dispongan de los recursos financieros y tecnológicos necesarios para participar en la transición climática y en las medidas de mitigación y adaptación, sin comprometer sus perspectivas de crecimiento;

– En general, establecer un nuevo equilibrio entre los mercados y la acción colectiva, evitando la austeridad autodestructiva e invirtiendo al mismo tiempo en un Estado innovador eficaz;

– Reducir el poder de mercado en los mercados altamente concentrados.

Vivimos un periodo crítico. Los mercados por sí solos no detendrán el cambio climático ni conducirán a una distribución menos desigual de la riqueza. La política del “goteo” ha fracasado. Ahora tenemos que elegir entre un regreso del proteccionismo, fuente de conflictos, o un nuevo conjunto de políticas que respondan a las preocupaciones de la gente. Existe una serie de investigaciones innovadoras sobre cómo diseñar nuevas políticas industriales, empleos de calidad, una mejor gobernanza mundial y políticas climáticas modernas para todos. Ahora es esencial profundizar en este trabajo y ponerlo en práctica. Lo que hace falta es un nuevo consenso político que aborde las causas profundas de la desconfianza de la gente, en lugar de limitarse a tratar los síntomas o caer en la trampa de los populistas que pretenden tener respuestas sencillas.

Dado que el riesgo de conflictos armados en el mundo ha aumentado como consecuencia de intereses geopolíticos divergentes, las democracias liberales tendrán que demostrar, como requisito previo, su capacidad tanto para defender sus valores como para desactivar la confrontación directa, con el fin de allanar el camino hacia una paz duradera y aliviar las tensiones entre Estados Unidos y China.

Cualquier esfuerzo por devolver a los ciudadanos y a sus gobiernos el control a largo plazo no sólo mejorará el bienestar del mayor número de personas, sino que también aumentará la confianza en la capacidad de nuestras sociedades para resolver las crisis y garantizar un futuro mejor. Necesitamos una agenda para el pueblo para recuperar al pueblo. No hay tiempo que perder.

Mayo de 2024

«Sol ardiente de junio», de Fredric Leighton (1895).