El 26 de junio falleció Hermes Binner, dirigente socialista santafecino, ex gobernador, intendente y legislador, candidato a presidente en 2011. En el texto que aquí publicamos, Margarita Stolbizer recuerda sus convicciones éticas y sus cualidades personales y homenajea, en especial, al hombre que supo de manera ejemplar ponerlas en práctica en la política y el gobierno.

El año 2001 marcó una de las etapas más crudas de la historia de la Argentina. Una crisis político-institucional con severas consecuencias económicas y sociales parecía plantear un callejón sin salida. Ya no alcanzaba una democracia consolidada con casi 20 años de vigencia. Por momentos todo parecía derrumbarse. Sin embargo, la salida estuvo en manos de una dirigencia política que se puso a la altura de las circunstancias, permitiendo una recomposición institucional casi desde las cenizas que dejaron aquellas aciagas jornadas en las que convivimos con varios Presidentes.

Primero, la convocatoria de Fernando De la Rúa y, luego, de manera categórica, la actuación de Eduardo Duhalde en las Mesas del Diálogo Argentino, fueron vislumbrando un marco de acuerdos casi impensado pero que terminó siendo absolutamente útil. El gran protagonismo de la Iglesia Católica y una gran confluencia interreligiosa, así como del PNUD (Proyecto Naciones Unidas para el Desarrollo), junto a organizaciones de la sociedad civil, lograron el encauce de la situación ya avanzado el año 2002.

Fue en esos tiempos que conocí a Hermes Binner, por entonces Intendente de la Ciudad de Rosario y dirigente reconocido del Partido Socialista. Hombre de pocas palabras pero de una presencia imposible de pasar inadvertida. Comprometido con la causa de la democracia y con la herramienta del diálogo. Ahí descubrí a esa persona que ha hecho del respeto a la diversidad y la búsqueda de acuerdos una práctica corriente en toda su trayectoria. Afable aún con aquellos a quienes no conocía, bromista con elegancia, siempre ocupado en hacer placentera cualquier conversación a sus interlocutores.

Dialogar con otro, es reconocer a esa contraparte, por lo menos, lo mismo que creo tener, saber que esa opinión tiene valor y poner toda la voluntad para que de allí pueda proseguir una construcción colectiva con un destino efectivo para llegar a un punto mejor que el de partida. Siempre es positivo ese camino compartido, porque en el trayecto me enriquezco con la mirada que aporta el compañero.

Así era Binner, que hizo un culto al diálogo y cimentó en ello la unidad del socialismo, la construcción de frentes y, sobre todo, sus gestiones de gobierno. Así es como se ha mostrado, respetuoso de todos y todas, propios y ajenos. Y destaco de manera especial el lugar que siempre asignaba, en esas trayectorias, a mujeres y jóvenes. En tiempos en que ambos grupos eran apenas considerados y eran apenas relegados para seguir a los líderes varones, fue él quien abrió espacios, reuniones y gabinetes para incorporar activamente a participar de discusiones, decisiones y ejecución de acciones.

Si algo caracteriza a las personas que, como él, conciben la interacción en el respeto y la igualdad, es su humildad. Esa fue otra de las señales de su personalidad.

Hablar de la honradez de un hombre implica una serie de cuestiones que no puedo ni quiero soslayar. Hablamos de integridad, honestidad como comportamiento permanente, pero también de austeridad y humildad.

No necesitaba grandilocuencia. Su personalidad y sus cualidades se imponían frente a los demás sin que tuviera que explicarlas. Solo bastaba mirarlo. El azul traslúcido de su mirada hablaba de este hombre.

Aferrado a la verdad, carente de cualquier forma de hipocresía como de altanería, y un conjunto de valores tan implícitos que explicaban sin palabras su calidad humana.

Pero sería injusta una descripción que solo focalizara sus virtudes en el plano de la moral o de la ética. Porque su vida, plagada de acciones y gestiones, nos lo sitúa también en el mundo más pragmático y complejo de la política. Y entonces, aún en un campo más plagado de mezquindades y mediocridades, se destaca, sobresale, el hombre por sus convicciones.

La concepción igualitarista cruzó todas sus gestiones como funcionario: concejal, intendente, gobernador, diputado nacional. La inclusión social, concebida como la entrada para el reconocimiento de una igualdad plena en derecho y en ejercicio, se visualiza en su obra de gobierno. La ciudad y la provincia tienen hoy el legado de los programas e instituciones de la salud, la educación y la cultura, la promoción social, la atención de la infancia y de los adultos mayores. Y, siempre, la integración de todas las personas en un proyecto colectivo de unidad, en la ciudad, en la provincia, en la mirada nacional que expresó tan cabalmente cuando fue Candidato a la Presidencia de la Nación en el año 2011.

Esa campaña nos mostró al Binner incansable, sonriente a cualquier hora y en cualquier lugar. Nunca jamás una negativa a atender a alguien, una mala cara ni una contestación inapropiada. Salía para donde se lo llamara. Dejaba desparramados a todos los jóvenes que lo seguían porque su fortaleza y su convicción lideraban y siempre iban adelante.

De manera egoísta podríamos decir que se le ha negado mucho de lo que hubiera merecido. Jamás encontramos en él ninguna queja ni lamento. Nunca cedió frente a ninguna adversidad. Todo era aprender y volver a empezar.

De su amistad y admiración por otro gran socialista como Guillermo Estévez Boero, repetía aquella frase que lo acompañó durante años: “manos limpias y uñas cortas”, alusión a la transparencia que practicaba y exigía para el manejo de los recursos públicos. Como nos repetía los otros dos grandes pilares de la gestión: participación y solidaridad. Nunca fueron palabras vacías. Al contrario, de contenido profundo, calificaron sus gestiones de gobierno y allí se encuentra, sin duda, el gran legado de Hermes Binner. No fueron palabras, fueron hechos, acciones, transformaciones que permitieron elevar la condición social de miles.

Ojalá nunca hubiera llegado el momento de escribir esta semblanza. Pero tan indeseado como injusto sería no hacerlo. Se lo ha ganado. Por lo que hizo y por lo que nos deja. Se nos ha ido un dirigente político ejemplar.

Hermes Binner, este hombre honrado, quedará para siempre por encima de cualquier grieta que intente hundir a los argentinos. Es tiempo de aferrarnos de esa figura ejemplar para no caer en el pantano.