El recuerdo personal de Norma Morandini, compañera de fórmula presidencial de Hermes Binner en 2011, permite homenajear, en el texto que aquí presentamos, al hombre que se ha ido y, también, con él, a un proyecto político para la izquierda democrática.
Como a las montañas, la mirada de lejos dimensiona la magnitud, sin la distracción de la cercanía. Es lo que me sucedió con la noticia de la muerte de Hermes Binner, en España, donde me atropelló el coronavirus, me obligó
al encierro y a la mirada hacia adentro, donde viven las verdades personales y, por el silencio, el pensamiento, también, se distrae menos.
Antes de leer las noticias, comenzaron a llegar desde Argentina los mensajes cercanos para darme la noticia. Sabía que estaba enfermo y recordé la última vez que lo vi en la celebración del día de Alemania. Me impresionó la ternura de su mirada, en la que intuí, también, lejanía. No porque no la tuviera sino porque lo recuerdo como un hombre de gestos y manifestaciones austeras. Pero mi evocación fue más lejos, al día en el que después del llamado de Luis Juez, Binner, en el teléfono, me propuso que lo acompañara en la fórmula presidencial como su candidata a vicepresidente. Yo era senadora por Córdoba y antes había compartido con él la Cámara de Diputados en aquellos años difíciles del debate de la Ley de Medios y mi oposición a lo que vivía como una apropiación del gobierno de Cristina Kirchner de los derechos humanos, expresada en las leyes que cancelaron la universalidad del Banco de Datos Genéticos, la modificación del Prólogo de Sabato del Nunca Mas, el 24 de marzo, día del golpe, un feriado en el
calendario y el ADN compulsivo, un dilema sin debate. Comenzaba a insinuarse lo que hoy padecemos, “la grieta”, que para mí nunca fue personal con nadie, sino una diferencia de concepción entre los que elegimos la democracia como sistema de convivencia pacifica y los que tienen una concepción de poder, a mi criterio, antidemocrática. Por eso, aún
sabiendo que era una aventura electoral, sin especular sobre el resultado, al final triunfal por la falta de recursos y una campaña tardía y modesto por el 17 por ciento del segundo lugar, acepté la propuesta de Binner y el Frente Amplio porque para mí encarnaba la esperanza de construir en un nuestro país una alternativa del socialismo democrático. Una visión socialdemócrata más cercana a lo que había sucedido en España y Portugal, países que como el nuestro habían padecido dictaduras y debieron construir una cultura política de pluralidad y respeto democrático. El socialismo, primero en Rosario, luego en la provincia de Santa Fe, habían probado con éxito que es posible consagrar los derechos ciudadanos, los de la democracia, sin resentimientos, ni persecución de los sectores que crean riqueza en un país, los del trabajo y la producción. Me maravillé con la modernización de Rosario, tan diferente a la que veía en mi juventud con el paso del tren Rayito de Sol que unía Córdoba a Buenos Aires. La Rosario del socialismo me recordaba más a Barcelona que a mi Córdoba degradada. La recuperación de las márgenes del río, la apuesta original y creativa de la cultura, los blancos módulos de las escuelas públicas, la apuesta a la salud pública en un tiempo en el que dejamos de ser pacientes para ser clientes y que hoy el Coronavirus desnuda descarnadamente. Mención destacada: el Museo de la Memoria, el primero, el más cuidadoso que existe en nuestro país, sin adoctrinamiento y, sí, la pedagogía del terror para cumplir el fin primero y ultimo de los museos de la memoria, el Nunca Más. En la ciudad
de Santa Fe me impresionó la austeridad del entonces gobernador, Hermes Binner.
Y sobretodo, conocí y aprendí a respetar a sus colaboradores, en general mujeres, destacadas y competentes. Pero, a decir verdad, todo me parece ya lejano cuando constato que muchos de aquellos dirigentes que fueron candidatos del Frente Amplio, hoy son funcionarios del kirchnerismo. No hago juicios personales, sino que simbólicamente, con la muerte de Binner, siento que enterramos, también, la posibilidad a corto plazo de que en Argentina exista una izquierda democrática, respetuosa de la pluralidad que define la democracia y de los derechos humanos que conjugan con la vida y son el corazón jurídico filosófico de nuestra Constitución.
Con la noticia de la muerte de Binner fui a buscar las fotografías de la fórmula y las de la campaña, que me activaron el recuerdo del dolor físico de mi brazo, cada vez que Binner me levantaba la mano en señal de triunfo, sin saber que yo apenas me reponía de una quebradura en el brazo, y el otro dolor, el actual, el de su muerte y el fracaso de un verdadero Frente Amplio en el que el único límite sea el compromiso con los valores democráticos. Sin odios ni mentiras.
Los comentarios están cerrados.