Imagen de portada «Ventana sobre el jardín» de Raul Russo

En esta entrevista Alejandro Katz sostiene que el ahora presidente electo implica un riesgo para el pacto democrático consolidado desde 1983 y reconoce que su triunfo electoral es hijo de los rotundos fracasos de todos sus antecesores. Katz cuestiona al peronismo por autopercibirse dueño de la identidad nacional y considera que queda muy poco de aquel país y aquella sociedad que en los albores de la democracia votaron a Alfonsín.

Katz analiza con inteligencia el presente que vivimos y reconoce en esta entrevista al igual que en muchos de sus ensayos de fuerte intervención pública, que si bien la bancarrota intelectual y moral de las élites no es exclusiva de nuestro país, en el nuestro ese derrumbe se agiganta. “Llegamos al 10 de diciembre en un solo sentido afortunado: se terminó la posibilidad de engañarnos respecto de lo que veníamos haciendo” y anuncia con una fuerte dosis de pesimismo, que a partir de este 10 de diciembre comienza un nuevo ciclo en la Argentina que se caracterizará por la reconfiguración de los imaginarios y de las identidades políticas.

Alejandro Katz (63) es un reconocido ensayista, intelectual y académico. Sus posiciones, siempre del lado progresista de la política, lo llevaron a expresar en la campaña electoral que terminó el domingo 19 no sólo su crítica fundamentada al presidente electo, Javier Milei, sino a asumir públicamente que iba a votar a Sergio Massa, una opción que él mismo reconoce nunca hubiese tomado de no ser por quién era el rival, o mejor dicho lo que representa.

La semana pasada, vino a Mendoza para disertar sobre los 40 años de la democracia en el marco de un ciclo organizado por La Usina de Ideas y la Municipalidad de Godoy Cruz. Durante más de una hora de entrevista, ratificó su visión negativa y sus dudas sobre Milei, habló de los déficits generados durante las últimas cuatro décadas y también criticó al peronismo y su dificultad para aceptar las derrotas.

-¿Cómo llegamos a Milei, cómo se convierte en el presidente electo de los argentinos?

-Es muy difícil hoy dar una respuesta consistente. Tengo una primera explicación que es absolutamente insuficiente y es más simpática que inteligente, pero que da una idea: Milei es el emergente de una familia política disfuncional, una familia en la que los que tienen el poder, que son los líderes de las coaliciones que dominan hace más de una década, han sostenido y generado desacuerdos y posibilitado la creación de un espacio nuevo. En este escenario en el que los intereses verdaderos nunca son explicitados, las pasiones dominan sobre la razón y el maltrato entre los líderes y hacia la sociedad no dejan de crecer, aparece “el Loco”, el que dice lo que nadie está diciendo y el que repudia el sistema. La sociedad espera que la dirigencia encuentre la forma de resolver conflictos que hagan que la vida de todos sea mejor en el futuro que en el presente. Y manifiestamente nuestro sistema político ha fracasado en esa búsqueda. Mucho más evidentemente en los últimos 20 años, pero de hecho esto ha ocurrido en los últimos 50 años. Creo que podemos decir muchas cosas de Milei, de hecho antes de las elecciones no me detuve en el intento de evitar que sea presidente porque me parecía grave y me sigue pareciendo grave, pero la primera pregunta es sobre nosotros, no sobre Milei. Él es el resultado de nuestro fracaso político y entonces tenemos que interrogar nuestro fracaso, qué ha fallado en la democracia argentina que nos trajo acá.

-En esta familia disfuncional que describe, entonces Milei sería el hijo de Cristina, Alberto y Massa; también de Macri, Larreta y Bullrich.

-Efectivamente esos son los adultos de la familia, los que han tenido el poder para incidir sobre las vidas ajenas, los que han puesto el marco de lo que se hace y no se hace, de lo que se dice y no se dice, lo que es legal y no es legal. Esas son las figuras de autoridad. Todo presidente de la democracia hizo una promesa para llegar al gobierno. Ninguno la cumplió o al menos ninguno la cumplió plenamente, pero la promesa la hizo y era creíble, deseábamos que eso ocurriera y nos parecía que podía ocurrir. Alberto no prometió nada. Su promesa fue que Macri no gane las elecciones. No pudo hacer ninguna promesa original ni creíble. Se acabó la imaginación de la clase política. Tanto se acabó que ni siquiera se puede decir que él fracasó, simplemente desapareció. Cuando la política no puede prometer un horizonte que sea atractivo y que sea creíble, aparecen estos sujetos que dicen ser outsiders, o sea que están afuera del sistema. Entonces uno se pregunta a qué se refieren: para mi el sistema es la democracia. Estar afuera del sistema es estar afuera de la democracia. Esperemos que no, pero hay muchas señales que sí en el propio discurso de Milei

-Cuando asuma Milei, va a ocupar el lugar al que llegó Alfonsín justo 40 años antes y con un discurso que está en las antípodas, un discurso que va contra de lo que expresó aquel primer gobierno de la nueva democracia argentina.

-La democracia no es sólo un sistema de selección de gobernantes, esa es una condición para la democracia. Sin elecciones libres no hay democracia. Pero la democracia empieza después de la elección. Y significa a la vez un sistema de vida, un conjunto de reglas. Milei amenazó explícitamente todo esto, incluso a las instituciones democráticas al decir que sacaría sus proyectos, por carecer de mayorías parlamentarias, llamando a plebiscitos. El plebiscito es un recurso de la Constitución excepcional, no es una herramienta del gobierno cotidiano porque la Constitución establece que el sistema republicano consta de tres poderes y que legisla el parlamento justamente para evitar que mayorías ocasionales tomen decisiones que afecten intereses que están representados en el parlamento. La democracia es un sistema de soluciones imperfectas, soluciones con las que nadie está completamente satisfecho, en las que todos pierden algo en la negociación. Es un sistema de subóptimos y por eso el trámite parlamentario de la negociación, de la concesión, es lo que le da solidez a lo que vamos construyendo. Milei dijo que eso no le importa, que si quiere hacer algo y el parlamento no, hace un plebiscito y punto. Es decir, una declaración de impugnación de las instituciones constitucionales. Pero hay también una impugnación de la cultura democrática que implica reconocer la legitimidad de los adversarios, proveer argumentos para la toma de decisiones y aceptar la crítica de esos argumentos. Esto requiere ciertas habilidades de convivencia. Milei impugnó todo esto durante la campaña. También el principio de construcción de nuestra democracia, que es el pacto de los derechos humanos. Y esto no es declarativo.

-O sea que el discurso de Milei va directamente contra los acuerdos logrados hace 40 años…

-Hasta 1983 en nuestra sociedad no estaba claro que los conflictos no se resuelven violentamente. Había violencia política, violencia del propio Estado, violencia de las organizaciones armadas, violencia en el espacio público. En 1983, decidimos que nunca más íbamos a recurrir a la violencia para solucionar conflictos. Y ese “nunca más” se expresa en el juicio a las Juntas y en informe de la Conadep. Y es lo que cimenta nuestra comunidad política a partir de entonces. Es el símbolo de que podemos pasar crisis políticas, fracasos económicos, crisis sociales y sin embargo nos reconocemos en la búsqueda pacífica de las soluciones a los conflictos que tenemos. Cuando se impugna abiertamente el pacto de los derechos humanos, repitiendo las palabras de Massera en el Juicio, lo que se impugna es el acuerdo que tenemos respecto de la violencia política, y se legitima nuevamente a la violencia como un recurso válido para la resolución de los conflictos. Milei esto lo ha hecho, no es una fantasía ideológica, fantasmagórica. Son cosas dichas por él. Hay allí una preocupación. El mismo día que Alfonsín, 40 años antes, inaugura esta comunidad política, Milei viene a ponerla en duda. Pero además Milei y Villarruel son parte de una familia política, que tiene sus primos y hermanos contemporáneos. Kast en Chile, Bolsonaro, Trump, Abascal, Meloni. Todos ellos están en los bordes de la democracia, pero dentro de ella. Y todos son herederos de los que impugnan la democracia. Kast es hijo declarado de Pinochet, Abascal de Franco, Bolsonaro de la dictadura brasileña, Meloni de Mussolini. Entonces Milei es eso, es parte de esa familia política, que nosotros hemos repudiado, no sólo quienes nos identificamos como progresistas, de la izquierda democrática o socialdemócratas, como quieran llamarle, sino los defensores de la democracia liberal la hemos rechazado. Entonces resulta muy alarmante que los fantasmas de Pinochet, Franco, Mussolini y Massera sean parte del acto de asunción de Milei el 10 de diciembre. Hemos llegado a esto y hay muchas preguntas para hacerse.

«Ventana sobre el jardín» de Raul Russo

-¿Qué riesgos ve de que este posicionamiento de Milei y su vice, Victoria Villarruel, deje de ser sólo declarativo, que pase del dicho al hecho?

-Creo que hay un primer problema y es que en la política el dicho es un hecho. Hay palabras que hacen cosas. Si decimos que los homosexuales son piojosos eso convierte a los homosexuales en piojosos. No necesitamos una ley para perseguir a los homosexuales por piojosos. Ya los hemos convertido en piojosos. El habla jurídica hace cosas al hablar y ese es un primer problema que ya está. No hay impunidad en el decir. Estamos hablando de cosas de las que no hablábamos hace años, de las que no queríamos hablar no para ocultarlas sino porque ya las habíamos resuelto. Estamos hablando de si el cambio climático es un invento del comunismo internacional. Tenemos una diputada electa que trata de patriota a un nazi convicto, con sentencias judiciales por apología del nazismo. Todo esto ya esta mal. Con todo esto ya perdimos. Tenemos una agenda inmensa de problemas urgentes y no estamos hablando de esos temas. El emergente de la familia disfuncional, “el loquito”, según el apodo que le dan sus amigos, armó una escena y todos hablamos el lenguaje de la locura, de temas que teníamos resueltos. Ya sabíamos que la tierra es redonda, porque debemos escuchar a un diputado decir que es plana. ¿Eso es Milei? Sí, en parte es Milei. Ahora bien, Argentina está desde hace mucho tiempo, mucho tiempo, en una escena política pendular. Entonces va de un gobierno que cree que el mercado tiene que regular todo a un gobierno estatista que cree que el Estado tiene que regular desde los precios a la educación y la vida familiar. Ese péndulo, en su oscilación, va vaciando el centro y cada vez se extiende más a los extremos. El de hace una semana es un movimiento del péndulo hacia la derecha que si fracasa, como es posible que lo haga, va a generar una reacción extrema hacia la izquierda o al menos hacía esas visiones estatistas cada vez más exacerbadas. En el proceso, lo que se vacía es el centro, pero qué es el centro. No es el centro en el sentido clásico de la política, el centro es el lugar común, es la esfera pública, es donde deberíamos estar todos conversando de temas comunes y no con un extremo hablando de si la tierra es plana y el otro extremo hablando de si el precio del yogurt tiene que ser 8 o tiene que ser 12. Deberíamos estar hablando de temas que nos resultan comunes, que nos interesan, que nos preocupan y que debemos resolver. En el centro sólo nos quedamos los que criticamos a ambos extremos.

-Detrás de esta opción que se eligió, hay una sociedad que decidió que tal vez no era tan grave todo esto que se decía porque entendía que había otras situaciones más graves, asociadas a la economía y el cansancio del kirchnerismo. Milei ahora tiene ante sí un desafío que va más allá de lograr las mayorías parlamentarias: no creerse que el voto a él lo habilita a lo hacer todo lo que dijo en campaña.

-En general, los ganadores se olvidan de que estamos en la época, en la Argentina y en el mundo en general, de la política reactiva. La sociedad entiende en general que quien ejerce el poder lo ejerce en contra de la sociedad y por lo tanto la preocupación es sacarle el poder al que está en ese momento. Por eso los oficialismos pierden elecciones. Cristina ganó la reelección porque era un momento particular de la economía y por la empatía que generó la muerte de su esposo, pero perdió todas las elecciones intermedias. Macri ganó la intermedia, pero perdió la general. Alberto perdió la intermedia y la general. La sociedad está votando más contra el oficialismo que a favor de la oposición. No está votando el programa de la oposición. Está votando una alternativa que no existe contra una que existe y no funciona. Milei debe comprender que no fue votado por su programa. No es que no haya nada de voto hacia él, pero cuánto es y por cuál parte de su programa. Seguramente hay un voto vinculado con el liberalismo económico. Pero las armas, los órganos, la ruptura de relaciones con China… La gente no lo votó por eso. Parte del problema es que el voto, cuando hay un programa, lo convalida, pero no aclara qué apoya y qué no de lo que ha dicho el candidato. Esa es la precariedad del sistema y esa precariedad es la que hace que el ganador diga ‘me eligieron por todo lo que dije y tengo derecho a hacer todo lo que dije porque para eso me eligieron`. Pero, sinceramente, no creo que la sociedad argentina esté suscribiendo todo el programa de Milei. Creo que hay un voto muy complejo que dice muchas cosas que no terminamos todavía de entender. Hay un voto libertario que no es insignificante, pero no es mayoritario. Pero hay un voto también que es de decepción, de ira, de rechazo. Hay un voto que tiene que ver con la creencia de una posibilidad real de transformación económica que genere prosperidad para todos.

-Así como Alfonsín ganó asegurando que con la democracia se come, se cura y se educa, o Menem prometiendo salariazo y revolución productiva, ¿cuál identificaría como el eje del triunfo de Milei?

-Creo que un eje es el castigo. A la casta, a los responsables de este presente. Hay una voluntad muy decidida de sancionar, incluso en algunos casos de vengarse de una clase política que se lo merece. Se traduce en ira, pero no es sólo ira, es la promesa de la solución. Creo que hay un elemento asociado que es una idea imprecisa, pero más o menos estructurada, de que mayor libertad económica va a redundar en mayor nivel de prosperidad material. Ante el fracaso de los otros razonamientos alternativos hay una promesa allí que resulta creíble, aunque en la realidad no se verifique. Milei dice cosas sin fundamentos. Una de ellas es que los países libres son países en los que la gente vive 20% más, gana 40% más. Pero esos a los que se refiere no son los países libres, son los países nórdicos, Alemania, Francia, España, que tienen Estados muy robustos, impuestos muy altos, producción de bienes públicos muy intensa, una redistribución a través de los bienes públicos importantísima. Los países equivalentes a su modelo son los países fracasados de África, los que no tienen Estado, no cobran impuestos, no tienen bienes públicos y donde la gente se muerte a los 40 años.

-Hace algunas semanas, en una columna, utilizó el concepto de la “amistad cívica” como imprescindible para acercarnos en la diferencia, para superar la grieta. Después del balotaje, que obliga a tomar postura entre dos y a remarcar las diferencias olvidando las terceras posiciones, ¿es posible esa amistad cívica?

-Ese concepto procura responder a una pregunta clave: ¿por qué vivimos juntos?¿Por qué vivimos juntos los que no nos conocemos, somos diferentes, tenemos tradiciones y propósitos distintos, intereses muchas veces contradictorios? Lo hacemos porque hemos aprendido a cooperar sobre la base de algunos acuerdos que se construyen sobre esta idea de la amistad entre iguales que son diferentes. Nosotros creíamos que la grieta era un quiebre de la amistad cívica y sin duda lo era porque introducía una diferencia que no debía existir, concretamente que uno tenía problemas para compartir espacios con el que piensa distinto de uno. Pero creo que la ruptura de la amistad cívica que veníamos padeciendo no es nada al lado de la que apareció ahora. Cuando uno analiza lo que ha ocurrido en EEUU en los últimos tiempos, lo que ve es que es una sociedad que está en estado de guerra civil, no armada pero guerra civil al fin. Son irreductibles las posiciones de los demócratas y republicanos. Expresan cada vez más ideas del mundo, de la vida, de la civilización, de la familia, de la fe, de la educación, del empleo, de la riqueza, que son irreconciliables. Y creo que Milei viene a producir ese tipo de diferencia entre nosotros. Y creo que ahora sí nos vamos a enterar qué es el quiebre de la amistad cívica. Es angustiante pensar en un horizonte de incomprensión e incomunicación entre nosotros.

-Siguiendo con el concepto de la amistad cívica, pero ahora viéndola desde el lado de los perdedores, hay un dato y es que desde 1983 al peronismo le costó mucho aceptar sus derrotas. O directamente no las aceptó. Alfonsín, De la Rúa y Macri, cada uno con sus especificidades, lo sufrieron. Ahora Milei ya está recibiendo mensajes de resistencia en las calles. De hecho, hace unos días, un sacerdote dijo por las redes que no iba a recibir más en su comedor a los que votaron a Milei, casi admitiendo que el plato de comida era a cambio del voto también. Allí la amistad cívica parece demolida.

-El peronismo tiene sus virtudes, pero también sus problemas. Uno de esos problemas es que cree que expresa a la Nación y por tanto si la Nación es el peronismo, los que no son peronistas están fuera de la Nación, de la comunidad, son antipatria. El peronismo cree que expresa al pueblo y lo esencial de lo que somos y no hay una esencia de lo argentina, somos un fenómeno en producción, que tiene momentos diferentes. El peronismo tiene un componente antiliberal importante que le dificulta reconocer la variedad de la sociedad. Los que no son como nosotros, son ilegítimos. Entonces, cada vez que enfrenta una derrota lo que está enfrentando es una traición, la traición de alguien que viene a desplazar “lo verdadero”. He estado los últimos en comunicación con amigos peronistas y están sufriendo porque no entienden que la sociedad pueda tomar opciones que no sean ellos. Lo viven como una traición íntima, de pareja. Creo que va a haber intentos de reponer su dinámica en la oposición, pero también creo que el peronismo está enfrentando la crisis más importante de su historia, que es la crisis de la identidad. Juan Carlos Torre, que es probablemente la persona que mejor ha estudiado el peronismo en este país, habla del peronismo como una religión. Es un sentimiento, no una ideología. Va de Perón a López Rega, de la tendencia revolucionaria a Isabel, a Menem, a Duhalde, a Kirchner, a Massa, a Alberto. Es otra cosa y esa otra cosa que hacía que un peronista no pudiera votar nunca a alguien que no es peronista aparentemente entró en crisis. Coincido con Carlos Pagni cuando dice que la crisis de 2001 fue el golpe de gracia para el radicalismo y esta lo es para el peronismo. Va a haber una reconfiguración de los imaginarios, de las identidades políticas, y no sabemos qué va a ocurrir porque es tan disruptiva la opción Milei que es imposible saber en qué se reconfigura y convierte.

-Digamos que esta religión peronista, con sus fracasos, está generando muchos ateos…

-Y algunos herejes.

-El mapa nacional que dibujó el balotaje explicita esa pérdida peronista, con derrotas en el Norte y la Patagonia, donde logró entrar Milei y nunca lo había hecho Juntos por el Cambio.

-También hay una cuestión de oportunidad. Porque cuando Juntos por el Cambio aparece en 2015 hay una memoria intensa de los momentos cúlmines del kirchnerismo, sobre todo para los jóvenes. Ellos encontraron una épica y era difícil entrar ahí. Ahora tenemos doce años de estancamiento económico, de caída del producto per cápita, y ningún recuerdo. Los chicos que hoy tienen 16 y votaron por primera vez tenían 4 años cuando comenzó la crisis y los que tenían 10 o 12 entonces, y no tienen recuerdo de la vida pública, tienen hoy 22 o 24. Ellos son parte de la franja más importante de votantes y para ellos no hay recuerdos de buen kirchnerismo. Para ellos hay una entrada en la vida adulta asociada con el fracaso y, además, las memorias viejas se van diluyendo. ¿Cuáles son esas memorias viejas? La identidad peronista de Perón y Evita, que estaba asociada al trabajo formal en la fábrica, que no existe más, y que después se trasladó al mundo piquetero, que tiene una identidad mucho más frágil.

-A días de cumplir 40 años en democracia, ¿qué quedan de aquellos valores y aquella sociedad?

-De aquella sociedad queda poco. Creo que el momento de inflexión, si hay que poner un punto para señalar el inicio del proceso de deterioro de la Argentina, es el Rodrigazo, por muchas razones. Pero la sociedad que elige a Alfonsín es todavía una sociedad integral, con bajo nivel de pobreza, con bienes públicos bastante bien distribuidos, no sólo reservados a los que menos tienen, como la educación y la salud públicas. Era una sociedad bastante homogénea, bastante cohesionada, bastante dinámica. De esa sociedad queda muy poco, con 40% de pobreza que llega a 60% entre los menores de edad, bienes públicos deteriorados de un modo salvaje y solo atractivos para los desposeídos porque cualquiera que puede sustituirlos por bienes privados lo hace, un Estado mucho más grande y mucho menos eficiente. Creo que hubo mucha complacencia. Pensábamos que la democracia se satisfacía con ser la ausencia de dictadura y no le exigimos que fuera algo más, que fuera el espacio común para buscar soluciones que no arrojaran al 40% afuera de la sociedad y al resto a la desesperación. Creo que hay responsabilidades compartidas, no igualmente distribuidas por supuesto. Mi punto de vista personal, que es uno entre muchos, pone especial énfasis en la bancarrota intelectual y moral de las élites, que no es exclusiva de nuestro país, pero que en nuestro país se agiganta, y creo que llegamos al 10 de diciembre de un modo en un solo sentido afortunado: se terminó la posibilidad de engañarnos respecto de lo que veníamos haciendo. Hay en la asunción de Milei un punto de verdad: esto es lo que hemos hecho.