La pandemia se ha convertido en un acontecimiento de dimensión planetaria que revela y amplifica los rasgos contradictorios de un mundo que, como nunca antes, vivimos y sufrimos juntos. Si, por un lado, la ciencia y la tecnología, la medicina social y la epidemiología sobre todo, muestran la capacidad de investigar, informar y trazar rumbos en el abordaje de la emergencia sanitaria, por otro, en la dimensión política y social, en las causas tanto como en los efectos, estallan los males preexistentes en un mundo atravesado por la inequidad y la discriminación, la devastación de lo público, la demagogia y el autoritarismo; en fin, los privilegios de los poderosos y la vida precaria de muchos.

«No toda es vigilia la de los ojos abiertos», fotografía, Mónica Fessel.

Por supuesto, no corresponde juzgar a todos los estados por el mismo rasero, pero si la catástrofe abarca el planeta entero también provoca, exige en verdad, diagnósticos capaces de abarcar eso que se ha dado en llamar la globalización. En efecto, se ha reiterado que estamos viviendo la primera epidemia global, lo que supone que es el principio de una serie y que habrá otras.

En el terreno del pensamiento el acontecimiento ha operado como una provocación que ha acumulado en pocas semanas una profusión de análisis, intervenciones, prescripciones y profecías. No es fácil orientarse en esa maraña discursiva, pero lo cierto es que, como nunca antes, la sensibilidad de crisis, que para algunos arrastra la vivencia de un cambio de época, ha movilizado a académicos e intelectuales, sobre todo en el hemisferio norte. Se advierte una voluntad de convertir la crisis en un estímulo a la inteligencia y el debate de ideas, con resultados todavía inciertos en términos del propósito de iluminar un horizonte para el mundo venidero. La catástrofe, o al menos las representaciones o las anticipaciones de una catástrofe, ponen a prueba el compromiso y las capacidades de quienes eligen pronunciarse en la esfera intelectual pública.

A ese desafío pretende responder este dossier. Se trata de pensar y favorecer  un pensamiento que diga no qué pensar sino indicar temas o problemas que emergen y que exigen ser discutidos. Más que las usuales fórmulas hechas o los clisés ideológicos que acumulan certezas y las mismas explicaciones, buscamos ante todo orientarnos y promover un debate sustantivo de ideas sobre la crisis y sobre los cambios posibles o deseables hacia el futuro.

Por supuesto, no es fácil pensar los problemas de fondo en medio de la urgencia y de las batallas de interpretación desatadas. Y no somos neutrales ni pretendemos un distanciamiento acrítico. La Mesa es un colectivo plural que comparte una agenda de convicciones y valores, en torno de la construcción social de la democracia, la efectiva vigencia de derechos y libertades, la igualdad y el control de los bienes públicos. A partir de ese prisma intelectual, político y moral se destacan las cuestiones que nos interesa someter a la discusión y que tocan a las funciones del Estado, el manejo de la información, la eficacia y el dominio de la técnica, las formas y los límites de la seguridad y la excepción, en fin, los obstáculos y las fracturas, que no han nacido con el virus, que degradan el ejercicio de una ciudadanía participativa y responsable.

Debajo de esta presentación, hallarán los vínculos a los textos propuestos para la reflexión y el debate.

Abril de 2020