El lunes 26 de junio, en un acto encabezado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el candidato presidencial, Sergio Massa, se presentó el Skyvan PA-51, avión que fuera utilizado por la última dictadura militar para los llamados “vuelos de la muerte” de la ESMA. Del evento participaron también Mabel Careaga y Cecilia de Vicenti, hijas de dos de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Estela de Carlotto por Abuelas de Plaza de Mayo y el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti entre otros.
Estas tres intervenciones, firmadas por José Emilio Burucúa, Norma Morandini y Rubén Chababo expresan el rechazo a la apropiación y al uso abusivo por parte del gobierno nacional de uno de los capítulos más dolorosos de nuestro pasado.
Manipular el pasado por Ruben Chababo [ir]
Otra afrenta contra la memoria por Norma Morandini [ir]
Carta a la vicepresidenta por José Emilio Burucúa [ir]
Manipular el pasado
Rubén Chababo
Hay momentos en los que el pasado pierde espesor, se adelgaza, se vuelve volátil y hasta insignificante. Ningún pasado es doloroso o feliz en sí mismo, somos nosotros los que al evocarlo le damos significación. Hay pasados viles que algunos evocan en clave heroica y pasados gloriosos que pueden ser envilecidos, de eso están llenas las páginas de la historia.
Durante los primeros años de transición a la democracia fuimos muchos quienes participamos de la discusión acerca de cómo evocar el pasado criminal dejado por la última dictadura, qué hacer con los centros clandestinos, cómo construir y transmitir la memoria de la violencia estatal. Después vino el tiempo en que muchos centros de detención fueron rescatados, resguardados como evidencia fiel de que la masacre realmente había tenido lugar, para que dieran fe en su misma materialidad de la magnitud que había alcanzado el crimen. Y ese proceso se caracterizó por el claroscuro, porque hubo momentos luminosos y otros no tanto.
Entre los rasgos más despreciables estuvo la ocupación partisana de la ESMA, la organización de reuniones y celebraciones, en el mismo espacio donde el crimen había tenido lugar y el uso faccioso de un lugar fundamental de la memoria argentina. Todo eso fue construyendo una degradación ética y política del proceso memorial que quedó reflejado en intervenciones críticas y columnas de opinión que, vale decirlo, nunca lograron un mínimo cambio de actitud: los autoconsiderados “dueños” del pasado, por ideología o por filiación sanguínea, siguieron haciendo un uso sectario de él.
El lunes pasado los argentinos asistimos a un nuevo capítulo de esa deriva cuando en ocasión de repatriarse uno de los aviones utilizados como transporte hacia la muerte de detenidos desaparecidos, Cristina Kirchner y Sergio Massa hicieron uso de ese acto para celebrar la conformación de la fórmula electoral junto a referentes de las organizaciones de derechos humanos, como Estela de Carlotto, Tati Almeida y Lita Boitano, entre otros. Mientras la vicepresidenta relataba el proceso del cierre de listas, las idas y vueltas entre pasillos y oficinas, las resistencias de algunos candidatos a resignar sus candidaturas, detrás suyo el artefacto criminal asomaba espectralmente, ubicado allí, estratégicamente, como parte del montaje escénico. Frente al panel, madres, abuelas y sobrevivientes celebraban los giros discursivos de la oradora, la gestualidad triunfante del nuevo candidato entronizado. En pocas palabras, una celebración de las artimañas electorales teniendo de fondo uno de los objetos más monstruosos a los que apeló el Estado nacional para eliminar a sus enemigos. Es difícil entender qué motivó a los organizadores a reunir en ese acto aquel pasado con este presente, y qué relación puede establecerse entre la elección del candidato Massa y la memoria de un pasado trágico, encarnada en ese avión, que es un patrimonio moral de todos los argentinos.
Lo que sí podemos asegurar es que ese pasado brutal es, desde hace años, recurso disponible para usos discrecionales de los derechos humanos, un legado que suele ser manipulado para los fines más diversos, desde avalar cualquier idea por el solo hecho de haber sido enunciada por un “protagonista” de ese ayer o descendiente sanguíneo de la generación ahora llamada “diezmada”, hasta para dotar de “un compromiso con los derechos humanos” a un candidato que no ostenta ningún antecedente ni compromiso en esa materia.
Son responsables de esta vulgar banalización del pasado al haber utilizado el avión de la muerte con fines electorales todos y cada uno de los ocupantes de ese escenario, pero también las representantes de las organizaciones de derechos humanos y los sobrevivientes, quienes, una vez más, y de manera complaciente, aceptaron formar parte de ese acto en el que el pasado, y por extensión los muertos, son utilizados como aval para mezquinas disputas electorales, tan ajenas y alejadas de sus biografías y destinos trágicos.
El lunes pasado, el kirchnerismo, con acuerdo y apoyo de los principales referentes del mundo de los derechos humanos, se encargó de banalizar, una vez más, como lo viene haciendo desde hace años, una causa noble.
Ya sabemos qué respuesta dar cuando mañana pregunten por qué, a pesar de tantas políticas públicas de memoria, lo que ha terminado por triunfar en este país es la manipulación facciosa de ese pasado, que es una forma del olvido.
Otra afrenta contra la memoria
Norma Morandini
Donde hay dolor hay un territorio sagrado. Acudo a esta frase de Oscar Wilde por el dolor que siento ante una nueva profanación, el lunes, durante un acto en el que participaron la vicepresidenta y el flamante candidato presidencial del oficialismo: convertir en objeto electoral el avión que arrojó al agua a los presos desaparecidos en la tenebrosa ESMA. Entre ellos, mis dos hermanos menores, Néstor y Cristina. Muertos insepultos, sin tumbas ni rezos porque no los vimos morir. Sin los rituales de muerte, el silencio y el respeto despojados de toda ideología, como son los rituales de muerte cuando son verdaderos. Ceremonias que se repiten en todas las sociedades donde las guerras fratricidas dejaron dolor y sufrimiento, y por eso respeto y silencio.
Desde que el pasado trágico se utiliza para fortalecer las políticas del presente, aumentar el poder de un matrimonio en la presidencia, propagandizar a una agrupación juvenil, hacer política con nuestros muertos, la profanación ha sido una constante. Desde aquel 24 de marzo de 2004, en la primera conmemoración del gobierno del presidente Néstor Kirchner, al frente de los portones de la ESMA, la memoria de nuestros muertos se convirtió en materia de actos políticos con discursos, consignas y festivales musicales. Nunca lo que sucede en países que también debieron lidiar con el pasado trágico, en los que las conmemoraciones de Estado son ecuménicas, con el propósito de sellar el “nunca más” para dar, también, un sentido pedagógico al sacrificio de toda una sociedad. ¿Qué hay más traumático en la vida de una Nación que las guerras civiles y los golpes de Estado? Entre nosotros, además, la humillación de una guerra perdida.
A nuestro lado, nuestros vecinos uruguayos, al recordar esta semana los cincuenta años del golpe militar que sufrieron en junio de 1973, evocaron la última sesión en el Senado, horas antes de la asonada militar. En una ceremonia tan solemne como emotiva, se reunió todo el sistema político, dirigentes del oficialismo y la oposición, así como también muchos extupamaros. Todos evocaron la primera consecuencia del golpe militar, la cancelación de la política. Ahí estaban, en el majestuoso edificio de la Asamblea Legislativa, la casa política de la democracia, los expresidentes, los que ayer fueron enemigos y hoy hacen una interpretación diferenciada de la historia, como el padre del actual presidente Luis Lacalle Pou, Pepe Mujica y Julio Sanguinetti ¿Hipocresía? No. La democracia, la institucionalidad está por encima de las rencillas políticas, partidarias, personales. Porque donde hay dolor hay un territorio sagrado. Un ritual cívico cargado de enorme significación. Los rituales compartidos crean comunidad sin necesidad de la palabra. Lo sagrado impone silencio. Consagrar significa etimológicamente “cerrar”. Cerrar también la boca.
El actual presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, al que calificaríamos de derechas, ha presentado un proyecto de ley para que se abran todos los archivos de la dictadura.
En España, donde la memoria también se disputa políticamente en tiempos electorales, al conmemorarse los diez años del fin de la ETA los exterroristas no pidieron perdón (como dice el personaje de la novela Patria, de Fernando Aramburu, pedir perdón requiere de más coraje que empuñar un arma). Sin embargo, reconocen que causaron mucho dolor y por eso se comprometieron públicamente a mitigarlo. ¿Cómo? Comprometiéndose con la legalidad democrática.
Entre nosotros, los que fueron perseguidos nos persiguen. En nombre de la cancelación, nos cancelan. Pero si eso, en mi caso, es lo menos relevante, siento un profundo dolor cuando constato que la banalización de nuestro sufrimiento profana la política y debilita la democracia.
La vicepresidenta inauguró la campaña electoral con el candidato del oficialismo a su lado y sus seguidores escucharon la reprimenda de la líder por las internas partidarias. Atrás, a lo lejos, el Río de la Plata, donde fueron arrojados numerosos presos desaparecidos en la ESMA. A sus espaldas, una grotesca presencia, el avión militar Skyvan PA-51, que pervierte el espectáculo de la memoria. Los argentinos no necesitamos piezas de museo para recordar lo que nos sucedió, sino una auténtica democracia que nos garantice nuestro derecho a la verdad completa. No la matrícula del avión y toda su trayectoria hasta llegar a los Estados Unidos, sino toda la verdad de lo que sucedió realmente en la ESMA. ¿Por qué hay tanta certeza respecto de las víctimas, o del mismo avión, si el río también devolvió el cuerpo de otros desaparecidos, como sucedió con Elena Homberg, tal cual relató ante el juicio a las Juntas el expresidente Alejandro Lanusse, amigo de la diplomática. Si durante la dictadura todo fue oculto, clandestino, ¿de donde surge la información?
La verdad es compleja; en cambio, la mentira es sencilla. Como haber convertido en compromiso con los derechos humanos la orden del presidente Kirchner de mandar a quitar el cuadro del dictador Videla en el Colegio Militar. Un vacío en la pared que oficia como una buena metáfora. Una dramatización de lo que nunca existió: su combate a la dictadura. Y su olímpica falta de reconocimiento del Juicio a las Juntas, cuando en el discurso se arrogó la potestad del Estado y pidió perdón porque, según dijo, la democracia nunca había hecho nada. Con eso borró al primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, la tarea de la Conadep, la primera comisión de la verdad del continente, que recogió los testimonios de los sobrevivientes y permitió la acusación del fiscal Julio Strassera y finalmente las condenas en el Juicio que hoy se evoca como histórico, pero se elude la mención del indulto de un presidente peronista, Carlos Menem.
La verdad completa. No las cosas a medias con la intención de aumentar el poder y conseguir la adhesión de jóvenes hijos de la democracia a los que se adoctrina como nietos de la dictadura. El avión “repatriado” se convertirá en una pieza para exhibir en el Museo de la ESMA. Al lado, en el mismo predio, el museo de las Malvinas. ¿No serán los mismos aviones? Al menos fue la misma dictadura.
Mientras no tomemos conciencia de lo que nos sucedió para hacernos cargo de la responsabilidad que cada uno de nosotros tuvo en esa tragedia colectiva, más se perpetúa la maldad y la mentira. Llevo años con la misma obsesión: ¿qué tiene el alma herida de la Argentina? Un país movido a muertes que ocupan la plaza pública o los noticieros carece, a cuarenta años del fin de la dictadura, de rituales de muerte del Estado democrático.
Como grotesco y doloroso ejemplo de la banalización del pasado, ahí está ese primer acto de campaña electoral, usando ese avión, símbolo de los “vuelos de la muerte”, sin compasión ni respeto para los que tenemos lágrimas de verdad.
Carta de José Emilio Burucúa a la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kichner
Señora Vicepresidenta de la Nación,
Hace menos de quince días, tuve la confirmación de que mi único hermano, Luis Martín, fue arrojado desde un avión al Río de la Plata, allí donde vuelca sus aguas en el Océano, entre el 14 y el 31 de julio de 1976. No sería caprichoso suponer que el avión exhibido hoy en el acto de campaña de la Unión por la Patria podría ser el aparato, o al menos uno muy parecido, desde el que mi hermano fue lanzado con vida a morir de una forma cruel, sólo comparable a los horrores perpetrados por el nazismo u otros totalitarismos del siglo XX. Tengo también derecho a pensar que, al ser Ud. la persona de mayor jerarquía del gobierno nacional presente en la ceremonia, ha de haber aprobado o hasta planificado semejante puesta en escena. En un acto destinado a ensalzar la política democrática de nuestro país como deliberación civilizada y respetuosa entre cuyos propósitos de mayor envergadura moral se cuenta el de apaciguar los dolores que nos ha dejado la tiranía y curar las heridas aún abiertas de nuestra memoria (así lo quería el presidente Alfonsín, refundador de la democracia argentina). Usted ha propiciado, o al menos aceptado, que quienes padecemos la ausencia de nuestras personas queridas, arrebatadas por la perversidad del Estado nacional en el período 1976-1983, reeditáramos en la imaginación el espanto sufrido por nuestros muertos. Los deudos no podemos perdonar los crímenes cometidos, sólo las víctimas podrían hacerlo pero han desaparecido. Sí podemos y debemos exigir que nuestras angustias no sean convocadas del modo oportunista en que Ud. lo ha permitido.
Le aseguro que espero, desde este instante, su pedido sincero y público de disculpas, en su calidad de segunda magistrada de la República. Supongo habrá centenares de familiares de desaparecidos quienes comparten el dolor provocado por semejante cachetazo, que Ud. y los asistentes a la ceremonia nos han propinado.
Que Dios la ilumine,
Archivo IIAC-UNTREF. Fondo Juan Pablo Renzi -AR IIAC 09-1-3-1-12-12-
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