Las consecuencias de la suspensión generalizada de la escolaridad presencial en una sociedad con una desigualdad creciente son todavía desconocidas. Pero es posible interrogar el trabajo -las políticas públicas- que el estado, en sus distintos niveles, ha llevado adelante para ofrecer las mejores condiciones posibles tanto para una enseñanza virtualizada como para un eventual regreso a las aulas. Guillermina Tiramonti examina en este artículo las causas y las consecuencias ya visibles en la gestión de la política educativa.

 

La suspensión de clases nos restituyó como sociedad a la situación previa a la creación de la escuela moderna. Las nuevas generaciones volvieron a estar sometidas a sus condiciones de cuna. En una sociedad tan desigual y fragmentada como la nuestra, esto significa la coexistencia de condiciones muy diversas para  procesar la supresión de la presencialidad escolar.

La realidad de los alumnos presenta una variada combinación en el acceso a la conexión de internet, en la posesión de soportes tecnológicos o de los cuadernillos impresos y en la capacidad familiar para apoyar las tareas de los chicos, tanto en el aspecto técnico como cognitivo. La evitación de la injusticia depende en gran medida de la capacidad de los Estados (nacional y provinciales)  de implementar estrategias capaces de  subsanar estas desigualdades de base.

La dependencia de las condiciones de origen se agrava porque el modelo pedagógico imperante en el país (propio de las escuelas modernas) y en gran parte en la región[1] está basado en la necesaria presencia de un docente o un adulto para apoyar y sostener la tarea de los alumnos.

Según los datos del Observatorio de Argentinos por la educación (con datos solo de  escuela primaria), 9 de cada 10 chicos necesitan algún apoyo de adultos para desarrollar las tareas escolares y, de esos 9, cuatro lo requieren en forma constante. Según la misma fuente solo 6 de cada 10 alumnos de escuela primaria pública tiene conexión a Internet en la casa. Aunque según el informe del Ministerio de Educación el 91% de los alumnos cuenta con algún soporte de conexión (la diferencia la hacen los teléfonos).

¿Qué hace el Estado?

Una vez suspendidas las clases el Estado Nacional desarrollo el programa Seguimos educando que consta de dos tipos de materiales. Cuadernillos para todos los niveles educativos discriminados por grados y disciplinas. Este material está destinado a la población que carece de conexión o a los docentes que pueden utilizarlos como guía para armar las actividades que les envían a los chicos por Whatsapp. Muy sucintamente, los cuadernillos contienen textos y ejercicios al estilo de los clásicos manuales y es muy fuerte el anclaje en las tradiciones nacionales y efemérides patrias.

Las otras actividades son los programas de TV y radio nacional  donde se dan  clases, se cuentan cuentos e historias en combinación con la producción de educ.ar[2], que ofrece materiales programados día por día para los diferentes grados, niveles y disciplinas. La cooperación de educa.ar contrarresta, en parte, la antigüedad de los cuadernillos.

A nivel de lo local, todas las jurisdicciones armaron una plataforma. Algunas localidades ya las tenían mientras que otras se iniciaron durante la pandemia. Hubo provincias que contrataron plataformas educativas a empresas y muchas otras crearon las propias con asesoramientos externos.

Las plataformas son muy heterogéneas y desparejas en cuanto al material que ofrecen y la calidad de los mismos. Muchas incluyen cuadernillos al estilo de los nacionales y, si bien todos mantienen un encuadre pedagógico basado en la combinación de un texto con ejercicios, son más interesantes, de mejor calidad y más actualizadas. Contienen materiales audiovisuales producidos especialmente para el caso u obtenidos de educ.ar o del canal Encuentro.

Incluyen además una serie de aplicaciones tecnológicas que los docentes pueden utilizar para sus clases y tutoriales para aprender a usarlos. En muchos casos también se ofrecen  aplicaciones para hacer clases virtuales o el Google-classroom . El uso de estos materiales está supeditado a las habilidades tecnológicas de los docentes.

Los informes previos a la pandemia en general marcan una escasa utilización de estas tecnologías en las clases presenciales y, en general, los estados provinciales no incluyen, junto con las aplicaciones, tutoriales o sostenes técnicos para animarlos a utilizarlas.

En términos generales podemos decir que estas plataformas, mejores o peores, son utilizadas como soportes tecnológicos de materiales y metodologías propias de la educación tradicional. Lecturas y ejercicios  intercalados con videos y entrevistas y, como en el caso de los cuadernillos nacionales, con una fuerte presencia de las tradiciones e historias locales que se enraízan en el rescate de los caudillos y las gestas patrias. Hay muy poco de la agenda contemporánea, y cuando esta aparece se reduce al tratamiento de  la equidad de género, del cuidado del medio ambiente En contados casos se ofrecen programas propios de la cultura digital, como programación y robótica. También hay plataformas que presentan cuadernillos en los que tratan el tema de la pandemia y, si bien en general lo hacen desde una perspectiva sanitaria, aportan a un procesamiento más consciente de lo que está sucediendo en la vida de todos.

«Ciudad nocturna nro. 15», Félix Rodríguez (2020)

Las plataformas están dirigidas a alumnos, docentes y familias, y cualquiera de ellos puede usar el material. En algunos casos su uso es abierto, en otros se necesita registrarse y acreditar la condición de algunos de estos agentes.

En general, los alumnos no son usuarios de las plataformas y sus actividades están definidas por sus docentes o equipos escolares. No sabemos (o yo no lo sé) cuánto de estos materiales son usados por los docentes. El tenor de los intercambios de los alumnos con los docentes es muy heterogéneo. En muchos casos solo han recibido deberes por Whatsapp y en otros se incluyeron clases virtuales y la conexión virtual sincrónica.

En definitiva, la decisión de suspender las clases estuvo acompañada de parte de los estados Nacional y provinciales por una estrategia basada en la vinculación  virtual y/o en la recepción y uso de cuadernillos; en ambos casos se supone la capacidad de los destinatarios de hacer un adecuado aprovechamiento de estos materiales. Dado que la situación de alumnos y docentes es muy dispar en cuanto a sus recursos de conexión, de soportes tecnológicos, de conocimientos digitales, de acceso a los cuadernillos y de apoyos culturales familiares, la estrategia reproduce las desigualdades ya instaladas en la sociedad.

Es denominador común de todas las iniciativas un apego al curriculum. Es decir, la continuidad pedagógica se encaró sobre la base del plan de estudios, estableciendo en el mejor de los casos contenidos prioritarios, pero aquello a enseñar no sufrió modificaciones en función de los cambios en las condiciones para procesar cómo enseñarlo a partir de la ausencia de la presencialidad.

No se organizó ninguna acción destinada a proveer en el espacio local de  auxilio y apoyo a los sectores más vulnerables. No se armaron redes para ayudar a los  chicos y familias. No se generaron centros de conectividad con protocolos para que los chicos pudieran asistir, no se usaron las múltiples asociaciones con arraigo  territorial para proveer de materiales y apoyo a los que lo necesitan. Tampoco se movilizaron las burocracias intermedias (supervisores e inspectores) para realizar esta asistencia. No se previeron acciones para tutoriar la situación de estos alumnos. En general, el mensaje más claro que se envió desde los estados (nacional y provinciales) a las escuelas para sostener a los sectores vulnerables tuvo que ver con poner entre paréntesis los regímenes de evaluación regulares y la exigencia.

Por su parte los gremios docentes apoyaron la decisión de suspender masivamente las clases y resisten las estrategias de reapertura, aunque la demanda de la sociedad los ha obligado a ceder en parte.

Así como armamos espacios alternativos para internar o proteger los enfermos podríamos haberlo hecho para la escuela. La argentina tiene 1700 institutos terciarios, universidades, bibliotecas, clubes barriales que pudieron ser habilitados para dar clase con personal docente y alumnos de profesorados. Cuidando dentro del personal las situaciones de riesgo y la situación de las familias de los chicos que conviven con abuelos.

Hace un puñado de años que se viene trabajando con el formato del Hackatón, incluso con iniciativas de origen estatal. Tomado de los desarrolladores de software este formato de trabajo fue absorbido por otras áreas para procesar la solución a sus problemas a través de su metodología de trabajo, que consiste en reuniones intensivas con actores de la comunidad en cuestión que trabajan de forma mancomunada y apelando a la creatividad para hackear un sistema que se revela deficiente. No se me ocurre un escenario más propicio que el de la pandemia para conectar la innovación que persiguen estas iniciativas con la solución de nuestros problemas. Esto está entre las cosas que el Estado no hizo.


Notas

[1] Excepto en algunas experiencias pilotos argentinas y regionales que han comenzado desde hace unos pocos años a implementar modelos mas centrados en la productividad y autonomía de los alumnos en los procesos cognitivos.

[2]Educ.ar es un portal  educativo del  Ministerio Nacional de Educación.